Sé que sonará exagerado, pero el malecón de Santo Domingo es, excluyendo a Cuba, el área pública más grande de Centroamérica usada para beber, bailar, pasear, disfrutar la noche… y el día, la luna, el mar, el olor “salado” y, en pequeñas dosis, la arena bajo los pies. ¡Hay tanto por hacer! Y la ventaja es que, a diferencia de las discotecas cerradas que frecuentamos los adultos, ésta tiene espacio para gente de todas las edades: niños y ancianos incluidos.
¿Cúando ocurre esto? Uno de sus momentos cumbre es durante la celebración del Carnaval, que empieza el primer domingo de febrero y tiene su punto culminante el día 27, cuando se celebra la Independencia dominicana con desfiles coloridos y súper alegres, carrozas y gente vestida de diferentes y curiosos personajes. También hay un carnaval similar asociado al 16 de agosto, día de la Restauración. Pero además, aquí realizan conciertos para el pueblo, aparte de que todos los domingos está el “Malecón Libre”, cuando esta gran avenida cierra el paso vehicular para disfrute de la familia, con actividades y quioscos donde hay variedad de marcas comerciales ofertando productos de comida, bebida y dulces.
Este espacio frente al mar Caribe recorre todo el litoral sur de la ciudad, aunque para muchos va del Puerto Turístico de Don Diego, donde está el ferry que va y viene de y hacia Puerto Rico, a la avenida Máximo Gómez o, como mucho la Abraham Lincoln. Pero usted no se limite, puede pasear por la Avenida del Puerto (que bordea la antigua Ciudad Colonial, y ver los restos de la antigua muralla. Esto lo recomiendo en un carruaje, para estar más “en la época” y darle un aire romántico y tranquilo a su paseo), o caminar por la George Washington, que es la zona más popular, iluminada y cuidada.
Aquí encuentra algunos de los más importantes hoteles (chic y caros, varios de cinco estrellas, otros más comerciales), –entre los más conocidos y valorados están el hotel Hilton, el Renaissance Jaragua Hotel & Casino, con su casino Diamante y el Intercontinental V Centenario, donde destaca su Atlantis World Casino–. Aparte de hoteles de lujo, y otros menos imponentes, tiene bares, restaurantes y cines para escoger, y hasta un centro comercial, por cierto, con clase. Se llama Malecon Center, está a un paso del Hilton y alberga tiendas de alta categoría, entre ellas Blue Velvet y dos de afamados diseñadores dominicanos: Arcadio Díaz y Robert Flores. Allí también hay bancos, cines, farmacia, peluquería, joyería, casino, y al frente destaca una estatua de Botero de una pareja bailando.
Hay plazas donde ir con o sin niños, según el tipo de vacaciones que esté tomando. Una de ellas es la llamada Juan Barón, relativamente nueva, amplia, concurrida por familias con pequeños y por grupos de amigos, pues ofrece facilidades diversas; la otra dicen que está a punto de abrir y se llama –o llamará– plaza de Güibia. Está en la playa del mismo nombre, que por bastante tiempo estuvo cerrada, y tiene historia (en ella estuvo incluso Juan Domingo Perón.
Y hablando de la noche, es en ese horario cuando el malecón “se enciende”. La gente se pasea por allá, se sienta en sus bancos de cemento o en los locales que hay en esa ruta, se toma una “fría”, como aquí le llaman a la cerveza, acompañada o no de algo para picar, comen helados, o cenan en los restaurantes que hay incluso con espacios tipo terrazas sobre las rocas coralinas justo encima del mar, como ocurre con Adrian Tropical, D’Luis Parrillada y la Parrillada Malecón 7.
También hay opciones “solo para adultos”: la más exclusiva es Dolls House; Foxys Gentleman’s Club es mucho más abierto y ponen música variada y otra opción que les puede interesar es el Cameroon Restaurant and Cigar Lounge, interesante y tranquilo, casi al frente del monumento a Fray Antón de Montesinos, actualmente en reparación.
La lista de restaurantes y cafés es larga y varía en calidad, servicio, grado de formalidad -o informalidad-, gustos musicales, país de origen y, por supuesto, precios. De todo eso se irán dando cuenta mientras pasean, así que no tendrán problema. A propósito de paseos: esta zona es frecuentada por gente a la que le gusta ejercitarse: caminan, trotan, llevan mancuernas a veces, anímese, es un apoyo a la salud y al buen ánimo.
Uno de los símbolos del malecón es el obelisco “macho”, pero también hay un monumento en conmemoración al tratado Trujillo-Hull que abolió la deuda externa y que la picardía nacional ha bautizado como obelisco “hembra”, olvidando quizá que el obelisco (“obelicus” en latín) es simplemente un pilar monolítico teminado en punta.
Olvidándonos de eso y volviendo al paseo en coche, por donde están el antiguo muelle de Santo Domingo y la Terminal Don Diego se ve parte de la antigua muralla que bordeaba la ciudad colonial, y la parte posterior del hostal Nicolás de Ovando, las ruinas de la antigua fortaleza Ozama, del emblemático Alcázar de Colón y la puerta de la Atarazana, que era una de las cuatro por las que se entraba a la ciudad en aquella época amurallada… Pero ese paseo lo deja para otro día, con el malecón tiene suficiente… Busque donde divertirse, relajarse, o siéntese a mirar, escuchar y casi saborear el mar, deje que sus pensamientos viajen, mire el cielo estrellado, si es de noche, busque la luna, pose sus ojos en el reflejo de la luz sobre las aguas del mar… y tome una foto mental que pueda atesorar por siempre.
Miriam Veliz