Por Delia Blanco*
La naturaleza, ha inspirado grandes artistas a través de la historia del arte. Los países tropicales, como República Dominicana, tienen una escuela del paisajismo que encontró su cima en el maestro Yoryi Morel.
Desde entonces, la pintura dominicana que se inspira en la tierra y en el sol, así como en las aguas de sus ríos, siempre ha convocado a artistas que se implican en los contrastes de las luces y del espacio.
Ambiorix Saldaña es uno de ellos y lo que nos atrae en su trabajo es una perfecta ejecución de la línea dibujística y un movimiento propio en sus figuras humanas y vegetales. El hombre está en el centro de la tela, así como el campesino es el corazón del campo. Para este artista la belleza trasciende desde la conciencia social del trabajo y sus hombres y mujeres, surgen como la clave de la vida. Son figuras dignas, con una presencia insoslayable que le da virtud y fuerza a la naturaleza, herencia divina, convertida en sustento de sobrevivencia para los hombres y las mujeres del sector rural, tantas veces olvidado. En el tratamiento de la composición tenemos movimiento circular, energía, fuerza como expresión de admiración por la tierra. Es esa energía, ese movimiento que combinados al color transmiten vida, mucha vida. La paleta gira entre el azul celeste, el verde musgo y el amarillo rubio, como las espigas del trigo en verano, o los tallos secos del arroz cortado.
Este artista se nutrió de los cambios de colores de los campos y sus armonías viene de esas experiencias visuales que luego transmiten emoción y complicidad con el público. Pero esa paleta, viene de la historia contemporánea de la pintura Dominicana, en ella encontramos matices de Dionisio Blanco, pero también de Bidó y en algunas obras que quieren acercarse ala abstraccionismo nos evocan a Persio Checo. Nada de esto puede sorprender, pues a partir de los años ochenta el paisajismo dominicano y las tendencias naturalistas crearon una poética visual de la figuración libre con interpretaciones del espacio, del color y de la luz que le dan un giro nuevo a la pintura dominicana y rompen con el costumbrismo para abrir una poética visual de la tierra y de la luz donde se impone el tratamiento de la composición con guiños alegóricos al surrealismo y al abstraccionismo, manteniendo siempre la figura humana en el corazón de la obra. La originalidad de Ambiorix Saldaña es que a la escuela y oficio que ha recibido en su formación artística, añade una renovación que es la conciencia de la naturaleza como matiz del desarrollo agropecuario, poniendo en evidencia alegórica el producto agrícola y el trabajo, esto lo logra sin caer en la tentación realista, salvando espacios visuales con un gran despliegue poético.
A pesar de su juventud, Saldaña domina la composición y las luces lo que permite apostar por su futuro artístico.
*Crítica de arte, miembro de AICA Internacional. Especialista en Artes Plásticas y Visuales.
