Ir a Italia y no comer pasta es casi un pecado… A pesar de que la gastronomía de ese país es mucho más que pastas y está considerada como una de las más ricas en diversidad del mundo, yo, que no fui a Italia, sino a la Ostería da Ciro, en la Gustavo Mejía Ricart 33, Santo Domingo, me fui por las pastas.
Al abrir la puerta del restaurante entras a una especie de salita de espera rectangular, cómoda y moderna: paredes lisas de cemento, espejos hermosos, un largo banco pegado a la pared, mesitas para dos personas, de madera y metal, taburetes de intenso azul y unos pequeños centros de mesa que parecen orquídeas silvestres amarillas completan el área. Me siento con un jugo de uva natural, fresquito, decorado con la fruta. Lo tomo lento, mirando los azulejos de cerámica del suelo que le dan ese aire mediterráneo tan familiar.
Ciro Cassola, chef, administrador y codueño (la ostería es de dos socios, ambos llamados Ciro -se pronuncia Chiro- sin ser familia, ambos de Nápoles), llega con su chaqueta de cocinero sobre la que está escrito su nombre. Proyecta orgullo del bueno, confianza. Se sienta conmigo y me cuenta un poco de la historia de este restaurante que abrió en octubre de 2013. Su oferta es “cocina típica italiana, un poco ‘aligerada’ (más moderna), con presentaciones ‘curadas’, muy variada. Como Italia es una península delgada y larga, tenemos mucha costa, hay mucho pescado bueno y mariscos, y mucha comida regional. Además tenemos montaña y mucha agricultura”.
Su conversación es interesante. Explica incluso del impacto de las guerras en el arte culinario, “en las crisis es cuando se desarrollan las cosas. Italia ha tenido muchas guerras, y cuando escasean productos hay que crear con lo que aparece”. Todo eso se refleja en el amplio menú de más de sesenta platos que ofrece y que está dividido en Antipasti (puede ser ‘freddi’ o ‘crudi’ -sin cocinar, como tartar o carpaccio-, Taglieri (tablas de embutidos), pizzas (‘Del Forno le Pizze’, dice en el menú), pastas (fresca o seca), arroz, pescados, carnes y aparte, postres.
Entramos al comedor principal del restaurante y la cocina impresiona. Es completamente abierta, amplia, organizada, super limpia. Está justo ahí. Ciro tiene obsesión con la higiene. “No se relaja con la salud de la gente -dice-. Me siento en una mesa justo en la esquina de la cocina. Una meseta nos divide y sobre ella, en la esquina, dos pilas de libros y unas flores dan el toque hogareño necesario para suavizar una cocina industrial, donde los metales brillan. Sobre el counter cuelgan lámparas bajo las cuales los cocineros ponen los platos que están listos, entonces esa lámpara se enciende iluminándolos, y el camarero se acerca a servirlos. Me gusta el sistema.
La casa da la bienvenida con grissini y un poco de mantequilla en forma de suspiro. Hoy no necesito menú, ya he hablado con Ciro y me traerá algo rico y ligero.
Un camarero viene luego con una bandeja de panes diversos y traen un aceite de oliva Villa Pardillo extra virgen, rico, de aceitunas arbequinas. Me han servido un vaso de Chianti, un tinto ligero italiano, agradable al paladar. Por cierto, el sommelier es un amable joven dominicano.
El lugar es una simbiosis de moderno y tradicional, elegante, pero cómodo, la luz indirecta potencia los detalles… Tras las puertas batientes de cristal y madera hay una terraza climatizada pensada para fumadores.
Llega la entrada: carpaccio de chillo con elementos de una capresa; suave, delicioso, despide un agradable aroma a albahaca y está tan rico y ligero que, aunque suficiente para dos, me lo acabo sola.
El plato principal sorprende: raviolis de remolacha rellenos de ricota de cabra en salsa de pistacho. Es un plato de autor. Me alegro de haber dejado a Ciro la selección de mi almuerzo. No pudo ser mejor. Él, de vez en cuando me acompaña a la mesa. Ha pedido su almuerzo, pero va de mesa en mesa: hay amigos, el socio que llega con sus niños, la gente va ocupando mesas.
Para cerrar tuve ricota y pera, un postre típico de Nápoles y la costa mediterránea, y luego un delicioso café.
Pueden ir de martes a domingo, de 12:30 a 4:00 y de 7:30 a medianoche. Por cierto, siempre hay especiales.
Seguro lo disfrutarán.
Por Miriam Veliz