Por Miriam Veliz
Cada lugar tiene su magia, definitivamente, pero lo cierto es que unos tienen más que otros. Y a veces la encuentras en lugares insospechados, como un simple letrero que solo dice Mamey, pero que es librería, galería y café.
Como soy una amante de los libros, y eso es lo que se ve por la vitrina exterior, entré curiosa, ¿lo habría hecho usted también? Agua y plantas me recibieron primero, mientras buscaba la puerta de acceso a los libros, y un patio interior me acogió después. Esos amorosos patios característicos de antiguas casas coloniales como esta, con un pozo en el medio y flores aquí y allá, seducen… y aquí se abre un mundo que huele a cultura relajante, acogedora, distinta a esa cultura tiesa capaz de enfriar el alma de muchos. En el patio, mesas y sillas de hierro forjado con topes diversos –algunos con trozos de cerámica de colores– dan un toque casual, y dos puertas se pelean en mi mente por ver cuál abro primero: la de la cafetería y -claro- la librería. De las dos quiero hablar por razones lógicas, ya verán, pero por más rica que sea la combinación de libros y café, no queda en eso la magia de Mamey, que tiene dos salas de exposición de arte de una selección y curaduría excepcional, que va desde los grandes maestros hasta la nueva generación de la plástica dominicana. Sí les digo lo siguiente: allí, en la Zona Colonial, calle Mercedes 315 frente a la antigua y hermosa iglesia del mismo nombre que merece un artículo aparte, la cultura enamora a cualquiera.
Al frente de este espacio que nació como idea hace tres años y se inauguró en 2016 siendo “librería café”, está un apasionado equipo que marca la pauta: Alejandro Ruiz, filósofo viajero e ideólogo de esta propuesta, nieto del intelectual Emilio Rodríguez Demorizi, cuya residencia es justamente donde hoy se encuentra este espacio; Mónica de Moya, productora de cine, entre otras cosas, quien colabora en la librería y en cuanto proyecto se les ocurra para dar vida a la casa, y Eddy Guzmán, curador de arte, galerista de mucha experiencia, que en años anteriores había sido propietario de dos excelentes galerías de arte, las más “avant-garde” de su época, y quien se ha centrado con gran dominio y profesionalidad en la propuesta que se presentan en las dos salas de exposición.
Yo entré en la cafetería por un café, pero frente a mí había un sobre de chocolate orgánico al que no me quise resistir. Cambié el pedido y pregunté si podría tomarlo en la librería. ¡Sí!, me invitaron a ir y allí me lo llevaron, mientras sentada en un sofá miraba diferentes opciones. Me recordó a otra librería ya desaparecida, que ofrecía un ambiente acogedor similar y que muchos extrañamos.
La selección de libros, a cargo de Alejandro, es interesante y vanguardista…, se nota pensada, cuidada, hay variedad, y aunque me hablan de dos grandes apuestas, una por la literaturalocal y caribeña -esta última que está muy poco difundida en el país- y otra más vanguardista y global, de pensamiento y contenido contemporáneo (en la que imagino que entran los libros de filosofía incluso de Nietzsche y en estilo “manga”, yo veo otras cosas: hay clásicos y además literatura infantil de calidad, muy buena, de diferentes partes, también ediciones cuidadas y no muy conocidas, traídas de viajes por este mundo que ya no es “ancho y ajeno”. Varios catálogos de arte provenientes de galerías, mayormente de arte contemporáneo, como la de Lyle O´Reitzel, reposan sobre la mesa de madera, y confirmo algo que me dijo Mónica, quien se ocupa del funcionamiento y detalles de la librería: este espacio es aún un “work in progress”, que quizá acabesiendo una “librería boutique”.
Paso a paso este innovador espacio cultural va ampliando su oferta, como gestores culturales vivos e inquietos, abiertos… hacen que los espacios parezcan moldeables a su antojo. Y como este equipo está “en desarrollo”, sus inquietas mentes observan, escuchan y responden: hace poquito empezaron las exposiciones de arte, pero desde antes realizan -un miércoles cada quince días- interesantes encuentros organizados por Rubén Lamarche, en lo que han denominado “TéLibro”, donde conversan entre ocho y diez de la noche sobre literatura, se presenta alguna obra e invitan al autor… También hay puestas en circulación y en sus planes está llevar cuenta cuentos los domingos para los niños y quizá, a fines de año, inaugurar una sala de cine… Dios sabe cuántas sorpresas más nos tengan. Creo, en serio, que he llegado a mi nuevo lugar favorito.
Conversando con Mónica de Moya, pregunto, ¿Qué es Mamey en realidad? “Es un contenedor de cultura que demuestra una pasión grande hacia los libros, el café y las artes. Ese es el motor”, responde.
El café es para ellos algo diferenciador. Quieren dar a conocer otros métodos de extracción, más artesanales, que incrementan el sabor, ampliando así el abanico de opciones para los cafeteros. Por supuesto, el tradicional, con la máquina de expreso, está presente, pero además ofrecen los artesanales, que se destacan por eliminar o reducir mucho la acidez del café hasta dejarlo como un elixir, según cuentan. Uno de los métodos que promocionan es la extracción en frío, un proceso muy elaborado que inventaron los japoneses en el siglo XVI; otro es la prensa francesa, que aunque de origen italiano, acuñaron ellos en el siglo XX. También tienen la Chemex, inventada por Peter J. Schlumbohm (del movimiento Bauhaus), considerada una de las mejores cafeteras de filtro. Y negocian para tener café local de calidad, de ese que se produce aquí y solo se distribuye fuera haciéndonos famosos. Por cierto, con café también han creado en la casa diferentes cocteles y también elaboran las recetas de baristas que les gustan.
La cafetería es pequeña y su oferta casi gourmet -o sin el casi- y no muy amplia, incluye desayunos, almuerzos y cenasligeras. Los jugos de frutas naturales son exquisitos, y trabajan en el menú, que pronto incluirá sopas, ensaladas y otras sorpresas. Un aspecto que me encanta es la apuesta por lo local, no solo en libros y exposiciones, sino también aquí: cervezas artesanales, productos de calidad criollos, e incluso cosas como la tabla de quesos, que me encantó, hechos aquí, fresquísimos, servidos con una mermelada de frutas de temporada, elaborados por unos franceses radicados en el país. ¡Vaya!
Si mira las propuestas de desayuno querrá ir temprano. Puede pedir un cocotte (huevo horneado con jamón serrano y queso rallado), frutas con miel, yogurt con granola… y así siguen. A mí me gusta la tarde, picar, tomar algo, el ambiente (la gastronomía también es parte de la cultura).Y hay opciones para vegetarianos…
Para vincular más esta zona con lo literario, tienen bebidas con nombres de escritores como Salomé Ureña, y piensan muy pronto servir las que hicieron famosos a grandes de la literatura, como Hemingway.
Mucho quedapor decir. Mejor vayan y disfruten. Espero que el impacto de esta hermosa casa de cultura -con su atrevida, variada y atractiva propuesta, donde cada vez se realizan más actividades vinculadas al arte, los libros y el café, les parezca sexy, y se enamoren como yo. Pasen a tomarse algo y conversar… ya verán.