Puerto Plata es historia, cultura, arquitectura, playas, excelente artesanía y, además, fue el primer polo turístico que se desarrolló en República Dominicana. Desde hace más de una década el turismo en la hermosa provincia había decaído. Somos testigos del renacer de ese primer polo desarrollado en las décadas del 70-80, gracias al esfuerzo hecho por la propia provincia, por ese pueblo muy emprendedor que se ha implicado siempre a luchar por mantenerse, por las empresas turísticas que se establecieron.
Por el trabajo y entusiasmo del Clúster Turístico, la Asociación de Hoteles y Restaurantes (ASHONORTE) y de las autoridades públicas, como el Ministerio de Turismo, sus congresistas, y gobernador, entre otros.
Hace unos cinco años se inició un importante repunte que empieza a dar sus frutos, tarea pendiente desde que dejó de brillar el esplendor de su más fuerte desarrollo de las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo XX. Pero, cuando un pueblo decide echar hacia adelante lo logra, sobre todo, si están dispuestos los actores comunitarios, turísticos, empresarios, congresistas, en fin, la masa humana que compone una región, una provincia.
Los problemas de los desastres naturales recientes esperamos sean con la participación de el país, resolver lo más pronto posible, y se continúen sumando a las grandes obras como son el nuevo puerto, que permite la llegada de cientos de turistas a la ciudad y sus rincones; al igual que el Parque Turístico y Paisajístico de La Puntilla y el Anfiteatro de esta provincia. Hablamos de obras que se han sumado a la amplia oferta turística de la región norte del país.
Como notarán la Provincia de Puerto Plata es como decíamos antes, mucho más que “sol y playa”, sobre todo, es de mucha historia y por qué no decirlo, donde se desarrolla en el país la “Era Victoriana”, aportándole al país nueva arquitectura y tipo de construcciones armónicas que fusionan estilos como el gótico, griegos, romanos, renacentistas, utilizando la madera, en especial la caoba dominicana, que como expresa el escritor costumbrista doctor Moscoso Puello, en su obra del pasado siglo, titulada “Cartas a Evelina”:
“No ha oído usted hablar de la célebre CAOBA de Santo Domingo? Es conocida en el mundo entero, tal vez más conocida que el país que la produce. La CAOBA, señora, es la madera más bella del mundo, por su color, por la fineza de su grano, por la nitidez y belleza de su pulimento, por sus hermosos dibujos, por lo difícil que es atacada por los insectos destructores, por lo admirablemente que se adapta para todo uso, y sobre todo, porque es dominicana. La CAOBA, aquí, señora, resulta a veces mejor que las gentes, más estimada, y a menudo, es más valiosa que ellas.”
Esa caoba noble ha resistido más de 100 años en las casas victorianas de Puerto Plata, junto a otros soportes como el hierro, ladrillos, logrados por entusiastas carpinteros de fina estampa. También, en los importantes esfuerzos conservacionistas se integraron las familias puertoplateñas propietarias de estas edificaciones que consiguieron que sus arquitectos adoptaran otros estilos de época como “el gótico” y en exteriores se adoptaron también el estilo “gingerbread” en español jengibre muy famosos en Nueva Orleans, Estados Unidos, con quienes Puerto Plata tenía un gran tráfico de madera.
No podemos concluir, sin comentar que en esos años, de principios de siglo XX, en Puerto Plata se erige un hermoso mercado de hierro, procedente de Hamburgo, así como un Faro inglés y monta un quiosco octagonal dentro de la bahía como muelle para pasajeros, y un Ayuntamiento con renovación neoclásica.
Respetando las distancias, en Puerto Plata ocurrió lo mismo que en Barcelona, las familias de recursos y acostumbradas a viajar contrataron arquitectos para diseñar sus viviendas y sus negocios, es de reconocer que si al día de hoy podemos disfrutar de estas en el casco histórico de Puerto Plata, es gracias al aporte de las familias cuyas propiedades llevan sus apellidos, citamos entre otras a: las casas Menard, Batlle- Dubocq, Leroux, Limardo-Mena, Despradel, Arzeno Castellanos, DiFranco, Goede, Rothschil-Pimentel, Schewere, Widelinda Minaya. También, el Club de Comercio, Glorieta del Parque Central (demolida y restaurada), Botica San José y una casa primitiva de los Barreras, hecha en bambú.
Victoria CURIEL