Por Miriam Veliz
Cambiamos constantemente, lo vemos a través de las fotos, de los recuerdos que nos permiten valorar nuestra trayectoria, entender quiénes somos, lo que hicimos… y decidir el rumbo a tomar. Pero eso lo podemos hacer precisamente porque sabemos lo que ocurrió, ya sea gracias a nuestra memoria o a esa memoria prestada formada por lo que nos cuentan padres, hermanos, compañeros, amigos…y que hacemos nuestra. Las recordemos o no, las cosas dejan huellas en nuestro cuerpo y nuestra mente… y cuanto más sepamos, mejor nos entendemos. Mi nota de hoy recorre un poco ese trayecto.
Circunscrito dentro del proyecto Memoria Ciudad 1915-2015 que desarrolla el Centro Cultural de España (CCE), hay un recorrido que lleva por nombre “la Ciudad Colonial en que crecimos”. Interesante nombre, literal y descriptivo. Lo llevan a cabo un grupo de voluntarios mayores que crecieron en la Ciudad Colonial y que forman parte del Club Cultura del CCE. ¿Qué es lo enriquecedor? Que ellos no se limitan a contar lo que aparece en libros de historia, como aparece en los libros, sino las anécdotas que vieron, lo que vivieron, trasportándonos así al pasado cotidiano, dándonos explicaciones que permiten comprender (cuando el calor nos deja, por que cuando ellos eran niños el clima era distinto, más fresco, y ahora caminar nuestras calles es… bueno, como saben. Por eso los recorridos deben hacerse a eso de las nueve de la mañana, para no morir en el intento).
En ese recorrido, que se hace con ropa fresca y cómoda y botella de agua en mano, volví a reconocer que hay cosas que, estando frente a nosotros, no vemos, o no apreciamos. Hay cosas que no entendemos. Con un maravilloso grupo de personas mayores, y la joven Nicandra Mejía, megáfono en mano, paseamos el sábado 22 de agosto por calles de esta zona a la que muchas veces les he invitado, pero con ojos diferentes y oídos especialmente atentos. El grupo es diverso, gente amable, conocedora de nuestra historia formal e informal, unos son expertos ya en el uso del megáfono, otros necesitan ayuda o incluso hay quienes “huyen” sin querer del aparato (a pesar de la ayuda de Nicandra). Todos agradables, afectivos y dispuestos a compartir. Para mí, curiosa empedernida, fue un reto. Quería escuchar a los del frente… y a los que iban atrás, y a los del medio que nos acompañan preparados para tomar turnos con el aparato y dirigirse al grupo, pero que mientras tanto añaden cosas sobre lo que se habla (que solo oímos los que estamos a su lado). Todos tienen algo que decir y cada uno es dueño y experto en sus memorias. ¡Imaginen! Ya ni sabía qué iba a hacer, qué les iba a contar a ustedes, mis lectores.
Dejé mi experiencia respirar unos días, hasta sentarme a contarles lo esencial: no importa si se queda al frente o más atrás, ¡usted está con la historia ambulante! ¡Disfrútelo! Puede hacer las preguntas que quiera, y eso es ¡genial!
Ellos iban comentando lo que hacían cuando estaban creciendo. “Yo fui una niña muy feliz”, recuerda la juguetona del grupo, con cara de traviesa. “Yo monté mucha bicicleta por estas calles, hice muchas travesuras, y ¿recuerdas la glorieta? Ahí jugamos mucho”, le comenta a otra contemporánea. Los juegos infantiles son parte del programa de Memoria Ciudad. Hay un taller para niños hasta 12 años (y los padres) pautado para el 12 de septiembre de 3:00 a 6:00 de la tarde en el parque Colón. Algunas integrantes de este interesante club estarán divirtiéndose junto a la facilitadora, Leticia Ceballos, y los niños.
Seguimos caminando y pasamos por una casa cuyos altos están pintados de azul. Allí al frente asesinaron a Goyito, el periodista, en el periodo de los 12 años de Balaguer. Eso es parte de la historia y la vio Sonia, una de nuestras acompañantes, que vivía en la esquina. Su voz es bajita, como ella, así que parece más confidencia. Me gusta la sensación. Don Pallo Puesan, que sabe mucho de toda esa historia, complementa los datos con su potente voz y dominio del megáfono.
Pierre, culto y también muy conocedor, hace apuntes a la historia. Cuando pasamos por la iglesia de Las Mercedes, él mira la estatua que da al patio o pequeña plaza de la iglesia y dice: “esa es la imagen de San Jorge, porque los monjes mercedarios, muchos de los cuales eran de un pueblo español llamado San Jorge, pusieron ahí la imagen de su santo patrón”. (Ahora, tristemente, está tan deteriorada que su rostro no es reconocible). Nos hablan también del árbol frente a la iglesia, un Ficus religiosa. El dato curioso es que es el tipo de árbol que se sembraba casi siempre frente a las iglesias (lo verá también frente a la Catedral, donde tienen al menos cuatro). ¿Y algo más curioso? Otra persona del grupo informa que también bajo un Ficus religiosa se sentaba Buda a meditar… (¿qué le parece la conexión?)
Los lugares son muchos, las historias abundan, y contarlas no se vale aquí. Así que después de darles una “probadita” reitero y expando sobre algo más “formal”: este recorrido se enmarca dentro del proyecto Memoria Ciudad 1915-2015 que incluye variadas actividades con el foco en esos lugares: hay recorridos diurnos y nocturnos, conferencias, y en el Centro Cultural de España están dos exposiciones: una de postales del siglo XX, con fotografías de Miguel D. Mena y la otra, un “Epílogo moderno” sobre arquitectura de esa época, que busca valorar un patrimonio que necesita ser rescatado a tiempo, pues se desvanece por deterioro.
Los encargados de organizar recorridos como este son los integrantes del Club Cultura, que proponen tema y lugares, establecen ruta y cuentan con el CCE para acompañarlos y apoyarles en este paseo que se hace generalmente el segundo sábado de cada mes. Son un grupo muy animado al que el Centro español ofrece local y constantes talleres de pintura, acuarela, teatro, lectura dramatizada, baile… para gente sobre 50 años –especial, pero no exclusivamente– para los del Club. Así les dan más vida a personas que nos dan vida a los que nos apuntamos en los recorridos.
Zoila Pérez, Reina Morales, Olga, Guillermo, el profesor Ricardo, que es como el coordinador, Pallo Puesan, Pierre Humeaux, Pablo García, Juan de Dios… Dianela, Ángela Ramírez, Sonia, Marta Ramírez, Rita, Guillermo son algunos de los integrantes que nos han contado dónde compraban los libros y revistas, dónde los mejores dulces, los supermercados (como Casa Velázquez, que abrió en 1925 y donde vendían de todo… Una de ellas cuenta del café en grano: “había mucha variedad y tú escogías, te lo molían ¡era delicioso!, no como el de ahora, que han adulterado”, se queja), nos muestran los consultorios médicos u hospitales con los nombres de médicos de la época, que curaron esto o aquello, anécdotas en sus calles y callejones: una empieza: “Frente a la iglesia de Las Mercedes había bohíos y en uno de ellos vivía una partera…”) inicia una.
No cuento más. Si quieren experimentar, pueden inscribirse escribiendo a [email protected] indicando su nombre, teléfono de contacto y cantidad de acompañantes. ¡Y recuerde: ropa ligera, calzado cómodo, y botella de agua en mano!