Finalizando el mes de enero se inician los preparativos de lo que es una de las fiestas culturales más importantes y esperada del año. Hablar de carnaval es llevar en el espíritu la alegría, la fiesta… Para el sector turístico, uno de los que más divisas e impuestos por consumo aporta a la economía dominicana, estas fiestas son definitivamente un complemento de la oferta turística del primer trimestre del año, que siempre es difícil en todas partes del mundo, por razones que no es necesario narrarlas, pero, que tampoco podemos dejar de contemplar o trabajar por equilibrar la baja en las ocupaciones hoteleras, restaurantes, tiendas, etc., que se reflejan al finalizar las navidades y el período de vacaciones que estas conllevan, no solamente en el país, sino en todas los países que se distinguen por ser los líderes del mercado internacional en este aspecto. Es por lo que cae como anillo al dedo al sector turístico y al país, celebrar, organizar y promover el carnaval.
En República Dominicana, es organizado el carnaval por los Ministerios de Cultura y por el de Turismo, junto a otras organizaciones importantes, como son los ayuntamientos y algunos municipios, en el periodo de los meses de febrero y marzo.
Se han desarrollado tanto estas fiestas, que es difícil de evaluar cual es la mejor o el centro carnavalesco de mayor trascendencia, o el que mayor cantidad de turistas y participantes tiene. Ahora bien, debemos resaltar las más destacadas y con mayor desarrollo participativo y despliegue.
Expresamos en artículos anteriores sobre este tema, que los intentos y los logros de comparsas en el carnaval significan muchos años de trabajo en esta huella identitaria dominicana. En esta ocasión, vamos sucintamente a manejar la temática de las caretas, acopiando la información que el maestro del folklore dominicano Fradique Lizardo nos legó y que tienen su origen en las primeras manifestaciones de la colonia, que se hacían con motivo del Jueves de Corpus Christi, en las cuales frecuentemente representaban al Diablo o Mefistófeles, monstruo o dragón. Los que hacían estas interpretaciones se ponían una careta, con pequeños cuernos y una barbita puntiaguda. Durante muchos años se usó esta representación, pero poco a poco al pasar la fabricación de las caretas a manos de los negros africanos. Más tarde, también el rico color tropical suplantó los tonos rojos y negros: se hicieron miles de combinaciones de colores, punteados y jaspeados (pintados con diversos colores), rayados, etc. Los cuernos se multiplicaron en número y se aumentaron en aspecto; aparecieron los cuernos múltiples y a esto se agrego la inserción de muchos elementos, hasta entonces extraños, a la confección de las caretas. Así vemos cómo se incluyeron en las mismas dientes de animales, plumas de aves, fibras de vegetales, semillas, hasta variar con un sentido único de la decoración y con una personalidad que nos distingue de todos los pueblos vecinos. Podría decirse con toda propiedad que nuestras caretas de carnaval son la expresión de nuestra cultura.
Las provincias de La Vega y de Santiago, son las que tienen mayores representaciones y donde aparecen tipos de diferentes confecciones y con mucha creatividad. Específicamente, en La Vega se permiten fantasías muy interesantes. Obviamente, estas razones han coadyuvado a que en dicha ciudad se haya entronizado el más importante de los carnavales dominicanos, simbolizada en las espectaculares comparsas. Destacamos que fueron “los veganos” quienes le dieron el carácter de industria a los carnavales dominicanos.
También es de recomendar y sentirnos orgullosos, con el esfuerzo que hacen algunas provincias y lugares que detallamos a continuación.
•Santiago de los Caballeros, con sus lechones, y tienen dos tipos que dominan el especio de la caretería de la ciudad: las del barrio Los Pepines, que tienen grandes cuernos lisos, y las del barrio La Joya, que tienen dos cuernos grandes múltiples, con muchos pequeños cuernitos, que recuerdan las espinas del cambrón.
•En Dajabón y Montecristi, se distinguen por el uso del foete, durante los pleitos carnavalescos, en vez de las vejigas que se hacen de cuero de vaca, usadas en otros puntos. Aquí hacen las caretas sin cuernos, con una manifiesta apariencia de cerdos, y en la mayoría de los casos con orejas de goma.
•El Diablo Cojuelo como personaje central se convierte en Taimacaro. Este personaje reproduce deidades tainas en sus máscaras, con un hermoso traje, donde se simbolizan elementos de la cultura española y en cintas multicolores las esencias africanas en sus brazos, que se complementan con los caracoles del Atlántico como identidad del pueblo de Puerto Plata.
•En Bonao, provincia Monseñor Nouel, aunque hubo una élite española, explotadora de las ricas minas de oro de Cotuí, los sectores populares, descendientes de negros congos africanos, terminaron adueñándose del carnaval, convirtiéndolo en uno de los más ricos creadores y democráticos del país, donde el pueblo es su principal protagonista.
Aunque habían personajes de carnaval, como por ejemplo: El Muñeco, Los Tiznaos, comunes a otros lugares del país, en él va a surgir una variedad muy particular como son: El medio día, la litera, el muerto con su plegaria, la culebra y los siete pecados, la muerte en zanco, etc.
Pero de todos ellos Los Platanuses van a ser los más impactantes y hermosos, de los cuales surgen Los Papeluses. Con sus trajes de hojas de plátanos secas y sus máscaras vegetales de higüeros, adornados indiscriminadamente de comején y panales de avispas, el carnaval de Cotuí logra una hermosa dimensión artística, cultural y antropológica, única en el país.
•En Salcedo, provincia Hermanas Mirabal se les insertan a las caretas dientes de reses y constituyen un caso único de nuestra caretaría.
•En Samaná es común verlas con plumas de guineas insertas, lo que produce una apariencia bien particular.