Bajo un cielo iluminado apenas por la luna, las luces del restaurante se reflejan en el agua de un atracadero de yates muy especial: La Marina de Casa de Campo. La calma se siente eneste lugar que parece inspirado en un coqueto pueblito del Mediterráneo, y que está ubicado donde el río Chavón se encuentra con el mar Caribe (según supe, en la latitud 18°N, 68°O).
Es hora de cenar, la brisa es sutil, acaricia y aún tiene una ligera sugerencia cálida. Paseo por la plaza Portofino y me detengo en un restaurante de madera oscura y lámparas rojas y amarillas de luz a
cogedora. Una mesa llama mi atención: a diferencia del resto, es redonda, más grande, y en el centro tiene una pieza giratoria de cerámica blanca. Me gusta por lo que implica: responde a la tradición china en la que una persona es la que ordena los alimentos y los platos se comparten entre todos los comensales. Por eso la parte central de la mesa gira, para que cada quien vaya cogiendo lo que quiera de los diferentes platos. Es una comida social, que une, claro, la costumbre occidental, más individualista, está en otra línea, por eso el resto de las mesas son cuadradas.
–Al chino le gusta comer por eso nuestras raciones son abundantes–, dice Ricardo Bello, copropietario de este lugar junto su esposa, Susana Joa. Ricardo, ocupó durante años la posición de director de Bellas Artes y actualmente es el abanderado principal del equipo de pelota local, Los Toros.
Con este comentario vamos al tema principal: la comida.
Cuando visito un restaurante nuevo, me gusta pedir la especialidad de la casa, y mientras la preparan, estudio un poco el menú, me entero sobre la historia del lugar, observo el ambiente y pienso en ustedes, mis lectores, en lo que quiero que sepan. Hoy tengo la fortuna de sentarme con Ricardo Bello y disfrutar de su vasta cultura y un bocado que no está en el menú y que trae el camarero en un envase redondo de bambú: egg rolls al vapor (son pequeños, muy diferentes a los que conocemos, y se comen de un solo bocado). Con ellos y una copa de vino, me voy enterando de la historia: empezó en 1990 en la Zona Colonial, en la calle de las Atarazanas, y se llamaba Salón de Té. En el año 2000 un muy buen cliente, inversionista de Casa de Campo, les propuso venir acá. Y lo hicieron.
Este restaurante se especializa en comida cantonesa del sur de China, aunque ha enriquecido su menú con comida thai y japonesa: hay un bar de sushi, en el que ofrecen California sushi, Philadelphia, Spicy Tuna y el sushi Marina (camarón tempura, plátano maduro y queso Philadelphia) , o el –Susana– (por el nombre de la dueña): piel de salmón tempura y queso Philadelphia cubierto con salmón, atún y aguacate con salsa de miel y anguila ¿Qué les parece?… Ese fue un invento que gustó y se quedó en el menú. Bueno, hay más, pero vayamos a los platos fuertes que son especialidad de la casa: cazuela de berenjenas y camarones, paloma en hojas de lechuga, pato pequinés, langosta mai thai y camarones mai thai (muy ricos, se lo aseguro!, así como la canasta de mariscos). Las guarniciones son arroz frito, papas fritas o vegetales salteados– ¿qué más? Chow mein de pollo, cerdo o res, chowfan, chop suei, pad thai (especialidad a base de fideos de arroz con huevos, salsa de pescado, salsa de tamarindo, pimiento rojo, y cualquier combinación de brotes de soja, camarones, pollo–, decorado con maní picado y cilantro). Por supuesto hay sopas (wonton, sopa china, crema de maíz), vegetales (entre ellos bambú) y más cosas que probar.
Ceno disfrutando de buena conversación, mirando los hermosos yates, respirando el aire calmado- sé que con un ambiente así la buena digestión está asegurada. Y que el comensal se encantará con la imaginación gastronómica originada en los misterios y secretos del eterno mar.