Hay en Santo Domingo una amplia franja verde que intenta rodearnos, un cinturón que busca “amarrarnos” a la vida de calidad a través de árboles y zonas que protegen no solo la ecología, sino también los pulmones de quienes habitamos esta ciudad mientras permiten la recreación, el sano esparcimiento… la paz. A esto se le conoce como el “cinturón verde” de Santo Domingo y forma parte del Plan Quisqueya Verde.
Yo visité el Cachón de la Rubia en familia, con un grupo de periodistas y, por fortuna, nos acompañó el viceministro de Medio Ambiente, el ecologista, investigador, columnista, ingeniero forestal y más Eleuterio Martínez, quien nos contó la historia del Cachón: “Hace mucho, mucho tiempo, enormes extensiones de terreno, incluida esta, pertenecían a un rico hacendado que tenía una hermosa hija a quien le encantaba la naturaleza, y ella solía venir a este lugar, su favorito por los manantiales, el río, el bosque…”. Bien, cachón significa “chorro de agua que cae de poca altura y rompe formando espuma”, y la chica era rubia: de ahí el nombre. Sí, ya sé que es mucha información, a veces se me va la mano. Pero no se desanime, que hoy le quiero hablar de un lugar hermoso, de aguas cristalinas y mágicos rincones… una reserva que pertenece a ese cinturón y en la que ceibas, caoba, javilla,
palmas, samanes, unos árboles conocidos como “palo de hueso”, almácigos, tamarindos, mangos y otros frutales y no frutales, abundan… y por supuesto hay manglares. Es una especie de bosque húmedo en el que escucha y ve diversidad de aves. Se dice que puede encontrar más de sesenta especies, de modo que vaya con calzado cómodo, binoculares, cámara… Y esté atento a captar hermosas imágenes de diverso tipo.
Bueno, me encanta la naturaleza, así que imaginen cuánto disfruté rodeada de árboles, con diversas tonalidades de verde en este sitio con tres manantiales de agua subterránea increíblemente cristalina, una de ellas perfecta para los chiquitines, como si fuera una mini piscina. Los manantiales van a parar al río Ozama y uno puede tomar un bote por el río e ir isla Esperanza, un trayecto de aproximadamente 15 minutos flanqueado a izquierda y derecha por árboles, muchos manglares.
Allí, en La Esperanza, bajo un árbol de mango, conocí a un miembro del planeta que nunca había visto: un sapo enorme que aquí llaman “maco penpén”. Es inofensivo, no se vaya a asustar. Mis chicos, curiosos, lo cogieron, para luego dejarlo ir por insistencia. ¿Ven que soy afortunada? Ni siquiera había mosquitos molestando.
De vuelta al Cachón visitamos los tres bosques que han sembrado allí: el Bosque de la Juventud, sembrado por jóvenes; el Bosque de la Mujer, sembrado de árboles con nombres femeninos (entre ellos uva de playa y corazón e paloma, además de ceiba y caoba…) por damas prominentes del país, y el Bosque de los Atletas, ya saben… deportistas destacados dieron de su tiempo aquí, por todos.
El árbol símbolo es la ceiba, considerado sagrado por los taínos, mayas y otros grupos precolombinos que habitaban las Américas. La ceiba puede llegar a medir más de 60 metros (200 pies) y su ancho tronco puede llegar a tener hasta casi 3 metros.
Hay espacio para picnic, pero usted debe llevar –o comprar en los lugares cercanos– lo que vaya a consumir (y dejar todo recogido).
La gente es amigable y se siente parte de este proyecto, que involucra a la comunidad. Por eso lo visitan con frecuencia y lo cuidan. “Este es como el patio de mi casa”, dijo orgulloso un hombre que disfrutaba de estas aguas. Y es cierto, también le pertenece. Buena táctica. Ellos lo cuidan, además de los militares que están a cargo de la seguridad.
Sugerencia: use sombrero, gorra, visera, protector solar… Como saben, en el trópico el sol siempre parece tener pilas nuevas. Y no olvide el traje de baño.
Ya sabe: hay un lugar más que conocer. Un lugar para caminatas, baños, picnic, para montar bicicleta o relajarse… Hoy los invito a disfrutarlo en familia, con amigos, o solos, como la rubia a quien debe su nombre.
