Un templo del arte contemporáneo que vale la pena visitar
Por Miriam Veliz
Arte contemporáneo… si le gusta, y está en Santo Domingo, hay un lugar que no debe dejar de visitar: la Galería Lyle O. Reitzel de arte contemporáneo, un “templo” donde puede encontrar un grupo muy selecto de artistas, muchos de ellos figuras emblemáticas de la escena contemporánea internacional del arte con una firma única, un estilo fácilmente reconocible, artistas de renombre, como Edouard Duval Carrié, pintor y escultor haitiano de estilo no tradicional residente en Miami; el dominicano residente en París José García Cordero, con sus perros, sus cactus, sus alimentos llenos de color y sensualidad y su toque de ironía, o el cubano José Bedia, interesante con su uso del blanco, el negro y el sepia, donde los conceptos están en pinturas “sencillas” acompañados de un mensaje escrito que acentúa sus conclusiones o guiándonos a veces en la forma de acercarnos a su obra. También Eleomar Puente, artista cubano muy bien posicionado en República Dominicana y en el extranjero.
No, yo no hablaré de ellos. No soy crítica de arte, sino una simple “espectadora”. Lo que haré será mencionar tres aspectos que, para mí, hacen que valga la pena visitar esta galería específicamente:
Primero, los artistas. Aparte de los que ya mencioné, tiene aquí uno que me gusta disfrutar: Gerard Ellis, además de los mencionados recomiendo Tania Marmolejos, Raquel Paiewonsky, Gustavo Acosta, Vicenta Casañ, Víctor Payares, Juan Erlich, Carlos Estévez y Leonel Matheu, así como Marcos López, uno de los máximos exponentes del “pop art”, una línea que han seguido también artistas como Melissa Mejía, Hulda Guzmán y Gustavo Peña, dentro del grupo representado por Lyle O. Reitzel.
Segundo, la selección. Una vez leí un comentario sobre una exposición que me parece refleja claramente lo que puede encontrarse en esta galería: “…expresiones diferentes de la creación de arte contemporáneo convergen en la exposición que incluye pintura, fotografía, instalaciones y arte-objetos, representado por la marca de artistas innovadores con idiomas estéticos muy particulares, en muchos casos, extraños y en otros, situados dentro de las fronteras del minimalismo. Ellos integran conceptos y discursos visuales reflexivos que se ‘embarcan’ sobre indagaciones que tratan la condición humana, su pasaje temporal, que existen en un mundo convulso, acelerado y violento”.
Todo esto me hizo sentido cuando visité la galería de Lyle, y aunque no siempre tiene todo esto, la mezcla que he percibido las veces que he visitado la galería hacen que esté completamente complacida. Pienso que aunque cada artista sea único, todos proyectan sensibilidad, inteligencia, un valioso nivel cultural, sin importar si hablamos de una fotografía, una pintura, una escultura, o un arte-objeto; parece que cuestionan y reflejan nuestro mundo y la manera en que vivimos, de un modo especial, extraordinariamente artístico y crítico que puede tener sensualidad, expresar la búsqueda para nuestras raíces, poseer un fondo político, social o profundidad espiritual… y más, pero definitivamente no se trata de simple belleza clásica o de un mensaje simple.
El tercer punto: la persona que está detrás de todo esto. Conozco a Lyle, no como amigo, sino como amante del arte, músico y “pensador”, y pienso (dispense la redundancia) que tiene ojo agudo y que su manera de buscar el arte, de ver el mundo y proyectarlo queda clara una vez usted entra a lo que llama, respetuosamente, un “templo”. Sus 16 años de experiencia en el área, su contínua participación en ferias de arte internacionales, su necesidad de hacer algo todo el tiempo, sus preguntas, que también se reflejan en la música de este galerista-roquero (tiene un grupo llamado Lyle & Los Rayos Solares) y la letra de algunas de sus canciones también cuestiona situaciones y refleja inquietudes envueltas en ritmos y sonidos.
Pero, el tema aquí es la galería y quiero comentarles un poco de este espacio ubicado en el primer piso de la exclusiva Torre Piantini, ocupa las suites 1 y 2. Es amplio, rodeado de vitrinas, de cristales donde expone algunas de las obras, y por dentro, algunas de sus blancas paredes son curvas, lo que le da un toque definitivamente moderno, y más unido a la excelente iluminación y a un aire de museo que va perfectamente con el concepto y la persona. De modo que, como ya les mencioné, si aman el arte contemporáneo, vayan. No se arrepentirán.
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